ARO I, ‘anillo grande de metal o de madera’, palabra peculiar del portugués y el castellano, de origen incierto; en el sentido de ‘distrito, territorio que circunda una ciudad’ aro, usual en portugués antiguo, procede del lat. ARVUMcampo’, y es posible que de ahí se pasara a ‘palenque o redondel que rodea una liza o una plaza de toros’ y luego ‘aro de un escudo, de un cedazo, etc.’

1.ª doc.: S. XIII, Fuero de Sepúlveda1; A. de Cartagena († 1456).

Cej. V, § 70. El área del vocablo se extiende además a los altos valles del Bearne, donde a es ‘molde de madera para quesos’, y el diminutivo aròu ‘ruedo, círculo’, ‘corro de gente o animales’, ‘montón redondeado’, ‘halo, auréola’ aròlo «espace circulaire; andain», pero no se extiende ni hacia la llanura gascona, ni más al Este del valle de Cauterets (Hautes-Pyrénées), luego podría ser una importación local aragonesa, aunque ni esto es seguro ni la importación puede ser reciente dada la considerable y regular evolución fonética que ha sufrido el vocablo. Para completar el área geográfica citaré el derivado marroquí Ȑaríško ‘red colocada en un aro pequeño, para cazar pájaros’ (Lerchundi, s. v. red), que aunque es hispanismo evidente, no puede, en vista de su sufijo bastante singular, ser una importación moderna, sino seguramente mozárabe. En conclusión podemos tener la seguridad de que aro era palabra usual en la Edad Media desde el Alto Aragón y la Andalucía musulmana hasta Portugal2.

Los filólogos se han preocupado poco hasta ahora de la etimología y de la antigüedad del vocablo. Desde luego es palabra muy antigua en castellano3; para el portugués no poseemos dato antiguo de la ac. ‘anillo’ (sólo aro de peneira en Delicado, 1651). Sin embargo de ninguna manera puede sospecharse que en portugués el vocablo sea menos antiguo que en castellano, puesto que precisamente allí tiene mayor amplitud semántica. Fué Cornu (Rom. XI, 81-82) quien llamó la atención acerca del port. aro en el sentido de ‘alrededores de una ciudad’4, y propuso derivarlo del lat. AGERcampo’, acusativo AGRUM, pero Leite de V. (RL II, 360) y Baist (ZRPh. VII, 633) rechazaron con razón esta propuesta porque se esperaría como resultado de AGRUM *airo o más bien *eiro, comp. FRAGRARE cheirar, INTEGRUM inteiro. Baist preferiría ARVUM ‘tierra de labor, campo, llanura’, cambiado vulgarmente en *ARUM como ERVUM en yero, Gonzalvo en Gonzalo, PULVUS en PULUS (> port. ‘polvo’), y yo puedo agregar unos datos que me parecen decisivos en favor de esta etimología. El plural ARVA se empleó en el bajo latín galicano en el sentido de ‘región, provincia’ (vid. Du C.), y una forma arum tuvo el sentido de ‘distrito pequeño, paraje del término de una población’ en una zona que abarca el Quercy, el Rouergue y el Aurillacois, según numerosas escrituras de los siglos IX y X; el matiz exacto es algo distinto del portugués, pues no sólo es una extensión de terreno más reducida, una mera subdivisión de un pagus («in pago Ruthenico, in villa Serniacense, in aro quae vocatur in illa Serra», doc.: de 903)5, sino que ya no se trata de los alrededores de algo, sino de un territorio que tiene un nombre de por sí («in pago Ruthenico, in vicaria Montinacense, in aro que vocatur Claujanicas», a. 910)6, aunque hay otros casos que ya anuncian el uso portugués («in pago Ruthenico, in ministerio Montiniecense, in aro de mansos que dicitur Faisiaco vel Bosco» = ‘en el distrito de los mansos llamados F. y B.’, a. 933, ibíd., p. 160). He contado 11 ejemplos en el Cartulario de Conques, que van desde el año 883, uno de los documentos más antiguos de la colección, hasta 966; después de esta fecha el vocablo desaparece bruscamente por quedar anticuado, lo cual nos explica el que no haya dejado huellas en lengua de Oc. Que aquí se trata de una variante fonética de ARVUM, no puede dudarse en vista del sentido específico de este aro, y para mayor confirmación hallamos una vez el neutro plural ara («in ipsa villa cedo vobis capimanso... et in ipsa ara cedo vobis farinaria», a. 887, p. 100); mas por otra parte es forzoso identificar con este aro proto-occitano el aro portugués, no aro do Porto, no aro de Lamego, con sentido algo evolucionado. Ahora bien, en esta ac. el port. aro ya se halla por lo menos en 1258, y allí también aparece el vocablo con el matiz de ‘zona, distrito, territorio’, sin referencia a población alguna: «alguns mosteiros que estƟo en Traslosmontes, que sƟo do aro d’Antre Douro e Minho», en Juan de Barros, med. S. XVI7. Esto pone fuera de dudas la etimología ARVUM.

Pero en cuanto a aro ‘argolla’, ¿tiene el mismo origen o es palabra independiente? Cornu creyó esto último mientras que Leite de V. y M-L. (REW 692) identifican los dos vocablos, pero lo hacen en el sentido de creer que aro ‘ruedo de una población’ es una aplicación figurada de aro ‘argolla’. Y, en efecto, este tipo de traslación semántica es extremadamente corriente, comp. alem. kreis, bezirk, cat. rodal, rodalia, mientras que debe hacerse un esfuerzo para concebir la traslación en sentido opuesto. Sin embargo, teniendo en cuenta la mayor antigüedad de documentación de aro en su ac. topográfica, es probable que de la idea de ‘terreno que circunvala una ciudad’ se pasara a ‘palenque que rodea una liza’, ‘redondel de una plaza de toros, etc.’, y de aquí a ‘marco de un escudo, de una arma, de un cedazo’; indudablemente todos los ejs. más antiguos de aro se refieren justamente a esto último8, y no por ejemplo a un círculo sin nada en medio, como el aro de jugar los niños; reconozco, empero, que el sentido intermedio de ‘palenque o redondel’ me es completamente desconocido. Esta posibilidad queda, pues, todavía insegura. Y debe estudiarse si podemos estar ante un caso de mera homonimia. Pero entonces, ¿cuál sería el origen de aro ‘argolla’? Quizá sea ibérico, dada su extensión geográfica. Bugge propuso el lat. ANUSanillo’, ‘ano’, más bien raro y arcaico en la primera ac. pero documentado en Varrón, Plauto y otros, y que precisamente figura en el hispano San Isidoro. No sería éste el único caso de arcaísmo latino conservado en iberorromance, pero el cambio fonético de -N- en -r- es imposible en español y portugués. Ahora bien, el lat. ANUS y el armenio anur ‘collar, anillo’ tienen un hermano céltico, el irl. áinne ‘anillo, sortija’, palabra autóctona en céltico según Pedersen (Litteris II, 79-80). GdDD 519, cuya fonética es siempre lamentable, afirma con cómica seguridad que si bien aro no puede salir de ANUS, arillo sí seria prolongación normal de ANELLUS, y aro se habría sacado de arillo; claro que un burgalés arilla «eslabón de la cadena», que sólo por él conocemos, es cruce esporádico de anilla con arillo. Como -ne es sufijo, es segura la existencia de un céltico *ANOS, y como es sabido que los dialectos célticos insulares cambian ciertas N en r por lenición9, ¿estaremos autorizados a suponer un celtibérico *AROS, como base del vocablo hispano portugués? No es nada probable, pues según me aclara el Prof. Dillon, el fenómeno se limita en irlandés a la posición post-consonántica, y en galés al artículo10.

Entre lo indicado por ahora lo más concreto y lo más probable es la etimología ARVUM, con el proceso semántico indicado. Hay que reconocer sin embargo que es un proceso de tipo tan extraordinario que deben persistir graves dudas, y que es inevitable seguir pensando en la posibilidad de un étimo prerromano, que, sea por sí solo o por una confluencia fonética y aun semántica con el románico ARVUM, nos explique aro ‘argolla, cerco’.

En primer lugar examinemos más a fondo las posibilidades que ofrece el vasco. Está ahí una de las palabras básicas de la lengua, que se acerca bastante: el vasco general ao (variantes ago, au, aho, abo, etc.), cuya acepción más común y conocida es ‘boca’; pero no son menos vivas la de ‘ruedo’ (de la saya p. ej.), ‘boca o ruedo de la campana’, ‘parte abierta del cepo donde cae presa la pieza’ (Azkue §§ 6-8), ‘abertura, entrada de una sima’ (Azkue, Supl. § 12), «ouverture, entrée» (Lhande), de donde la conjetura (que con reserva sugerí a Tovar para su diccionario) de que el vasco común abi (con variante aubi) ‘nido’ salga de au + i (terminación temática tan frecuente en la lengua) a base de la idea de ‘redondel de boca (abierta)’. Y aporta bastante apoyo a la idea la voz oa ‘aro’ recogida por Azkue (Supl.) en una localidad guipuzcoana que parece ser Olaberría, en la parte alta y más conservadora de la provincia: en efecto, nada más corriente y fácil, dada la pronunciación vasca, que la metátesis de ao en oa (recuérdese entre otros muchos, aunque sean en parte en sentido inverso, casos tan conocidos como Bilbo-a > Bilbao). El punto delicado de esto se halla en la caída de una -R- intervocálica con carácter tan general: desde luego esa caída es fenómeno muy extendido en todo el territorio de lengua vasca (Michelena, Fon. pp. 338, 330, 337), fenómeno que en algunas variantes de las más arcaizantes (todo el Nordeste de Sule, p. ej.: Michelena, p. 329) afecta a toda -R- intervocálica en cualquier condición.

Se pueden aducir varios pormenores sueltos en apoyo de que la caída se habría producido en una base vasca antigua de tales acepciones. Hablando de un juego llamado ardaika en Ondárroa (Vizc.) dice Azkue que los muchachos al jugar a esto pronuncian la voz ardai, y conjetura que esto significara «aro, cerceau»: por lo visto se trata de un juego como el del aro o cerco delgado de madera (rutlla) a que solíamos jugar en mi infancia, dándole con un palo para que rodara por el camino. Convendría información más explícita y vasta. ¿Sería un compuesto de a(r)o, ahí con caída de la -o antes que la de la r? O derivado de una variante, por medio del sufijo -ai (askai, errai), que suele andar en combinación con los verbos en -atu (V. listas en Michelena, Fue. de Azk. 62, 64, y Azkue, Morf. Vca. 40.11-13). Quizá se empariente con aro el vasco arau, que en b. nav. y lab. es ‘círculo de hierro donde se cuece el pan de maíz en el horno’, en lab. ‘molde de quesos’ [como el bearn. a(a)], en b. nav. ‘pala en que se asan las tortas delgadas de maíz’. La verdad es que las acs. más extendidas del vocablo ‘regla, norma’ (lab., b. nav., sul.), ‘conforme a’ (guip., b. nav., sui., ronc.), ‘hermandad, asociación’ (vizc.), nos llevan lejos; pese a lo cual identifica Hubschmid (Enc. Ling. Hisp. I, 51) con aro esta palabra y el derivado vizc. arauka ‘armazón del cedazo’, enlazándola especialmente con el bearn. aròu arriba citado y con un vasco arra ‘arete de las orejas’.

Y sin embargo, pese a todos estos apoyos parciales, hay que reconocer que el origen del vasco ao ‘boca’, clave de bóveda de esta construcción, permanece dudoso, por la generalidad que debería tener ahí la pérdida de la -R-. Y por lo demás aun si esto se corroborare, siempre quedará la duda de si en vasco es tan alógeno como en castellano. Debemos contar particularmente con la existencia de una raíz indoeuropea bien establecida, AR- ‘adaptar, articular, montar’, dicha, por ejemplo, de la superposición sistemática de piezas de madera en una construcción (Pok., IEW 55), de donde el gr. ıρμενος ‘ensamblado, adaptado’, ęưαρίσκω, ģρμóζω, latín arma, armenio y-ar «consentaneo, congiunto», etc.; ahora bien un representante de los más simples y conspicuos de esta raíz es el sánscr. aráɅ ‘rayo de una rueda’ que nos prueba la aplicación de un sustantivo *AROS de la lengua madre a la construcción de la pieza básica del carro, llamado él mismo *AR-SMևT- (> gr. şρμα): la pieza básica del carro es la rueda. No es, pues, una hipótesis demasiado audaz admitir que si en índico nuestro *AROS se concretó en el rayo de la rueda, en una lengua indoeuropea de España (céltica o quizá más bien sorotáptica) se convirtiera en el nombre mismo de la rueda o del ruedo. Y de ese *AROS fácilmente podríamos derivar el tipo *AR֊N perpetuado por los leoneses arna, arniella ‘aro de corteza para hacer la colada’, arno ‘molde de queso’, y el arag. y cat. ARNA, it. arna, arnia ‘colmena’, frecuentemente hecha con un cilindro de corteza11.

DERIV.

Arillo. Arete. Supongo se trata de un deriv. el gall. arolo «concha bivalva, como berbericho grande, con estrías verticales y sirven para planchar en Santa Eugenia» (Sarm. CaG. 90v), arola «concha bivalva curva, figura elíptica, tiene unas rayas horizontales» (ib. 189v; nombre usual en Portonovo). Bastaba la forma curva y elíptica para que el pueblo les extendiera el nombre de aro; la terminación no será de diminutivo, sino imitada de argola ‘argolla’ y de centola ~ centolo, pues como éste, es marisco grande, «de medio pie». No hay que pensar en ARIES, -ETIScarnero’, voz que se extinguió sin sucesión románica.

1 «El Alcalde que el molino fallare sin aro, peche el molinero un maravedí a los Alcaldes; e el aro sea de una mano con su pulgar», título 99, ed. Callejas, p. 56.―

2 En gallegoportugués el vocablo se extiende hoy a todo el territorio: gall. aro d’a criba, aro d’o cesto, aro d’o pòte (Valladares); Viterbo hace referencia a localidades del Norte de Portugal (Oporto, Braganza, Lamego); en el Sur, en Évora, aro es el círculo que forman las pinas de una rueda (RL. XXXVI, 241); Alfandega da Fe aro ‘círculo agujereado para exprimir el queso’ (RL XIV, 299).―

3 Después de Alonso de Cartagena, aparece aro en APal. («Ancile... significa aro o ruedo», 19d) y en la Celestina.―

4 Vid. Moraes, Fig. y especialmente Viterbo: «aro, arco, circumferência, contigüidades, visinhança ou termo de huma cidade, villa ou terra grande, que ordinariamente fica quasi no meio do dito arco; assim dizemos o Aro do Porto...». Falta en Bluteau.―

5 Cartulaire de Conques, publ. por G. Desjardins, p. 103. Sin embargo que no es el nombre de un lugar sólo, sino de toda una pequeña zona, se ve por casos como: «In vicaria Serniacense, in aro de villa quae dicitur Serra, in loco quae vocatur Roqueta», a. 966, p. 119.―

6 Ibíd., p. 128. Del mismo modo en las pp. 5 y 9. Desjardins reúne todos los ejemplos de arum en los índices de su publicación. Algunos se refieren al departamento del Cantal. Du C. cita dos del Quercy.―

7 Una rápida revisión de algunas escrituras portuguesas no me habría permitido hallar ejs. medievales del aro topográfico portugués. Lo que más suele hallarse es in suburbio Conimbriensi, in territorio Bracarense (vid. PMH, Diplomata), aunque bajo este disfraz latino es fácil adivinar la expresión romance recogida por Viterbo y Moraes. Felizmente Leite de V. estudió la cuestión con detalle en su Etnografía Portuguesa II, 337-9, de donde saco los datos arriba citados. El uso de arvum en deslindes aragoneses parece indicar vida popular; «quomodo vertit aqua contra illa arua», Montearagón, 1093 (M. P., Oríg., 431). L’Arp, monte cultivado en medio de bosques junto a La Vansa, p. j. Seo de Urgel, creo es otro representante hispánico de ARVUM.―

8 A. de Cartagena habla del aro de una capellina, APal. y F. de Rojas del aro de un broquel, Cervantes del de un cedazo. En el Fuero de Sepúlveda puede tratarse del aro de un cedazo o de una pieza parecida en el molino. Nótese que aun hoy aro no es sinónimo riguroso de anillo, ya que por lo común designa círculos más grandes; aun los aros o aretes que se llevan en las orejas son pendientes de gran tamaño. El emplear aro como ‘anillo, sortija’ es propio solamente de Andalucía y Puerto Rico, según Toro, BRAE VIII, 484. Diré a este propósito que sortija, como derivado de SORS, SORTIS, podría sugerir la idea de que aro nació para designar un círculo mágico trazado alrededor de alguien, como el que trazaban entorno a una ciudad sus territorios circunvecinos, pero el paralelo no es admisible, pues creo que no es éste el origen de sortija. Se trata o de la sortija que corrían los caballeros, verdadero juego de fortuna (así en los demás antiguos ejemplos castellanos que recuerdo: en Pérez de Hita y en el Quijote), o de las sortijas a que se había dado por arte mágica una virtud curativa (así en el ej. del port. sortela, a. 1258, citado por Viterbo).―

9 Se ha creído descubrir otros casos de lenición, aunque bastante diferentes, en las reliquias célticas de la Galorromania (p. ej. Jud, ARom. V, 43; Hubschmied, VRom. III, 118).―

10 En ciertos dialectos vascos la -N- latina o ibérica aparece cambiada en -r-: vizcaíno arate ANTEM; vizcaíno arabi = rioj. anavia, vasco ahabia, bearn. nabia, aran. anajó ‘arándano’; puede pensarse en un cambio directo como el característico del macedorrumano, o aceptar la teoría de Schuchardt (BhZRPh. VI, 23-24) de que primero hubo caída y después -r- antihiática (comp. b. navarro tireso ‘tieso’, txipiroi ‘jibón, calamar’ etc.); sea como quiera sería concebible que ANUS hubiera pasado a aro en vasco. Pero es muy fuerte admitir que desde un dialecto vasco se extendiera el vocablo a todo el castellano y portugués. Las palabras vascas que pueden estar emparentadas con aro, me parecen de autoctonismo muy dudoso (aroa ‘corona’) o bien su parentesco con aro es más incierto aún (eraztun ‘anillo’, junto a erraztun y eztun, en López Mendizábal, La Lengua Vasca).―

11 Incierto es el apoyo que el sufijo del citado mozarabismo marroquí ariško, ‘red colocada en un aro pequeño’, sufijo de aire indoeuropeo, puede prestar a esta etimología, pero acaso un día nuevos datos le den mayor firmeza.